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En Miami, la cultura afrocubana es un sello de resistencia

PorRhino Radio TV

Jul 4, 2022

Para ver las huellas de la diáspora africana basta con asomarse a las expresiones afrocubanas que se han diseminado con la inmigración. Muchos de quienes salieron de Cuba llevaron con ellos, como amuletos, un trocito de cascarilla, una imagen de Oshún (o de la Virgen de la Caridad del Cobre) o un collar de Obbatalá blanco como el coco que se lanza al suelo para asomarse al destino.

En Miami es común llegar a la casa de un cubano —o de un puertorriqueño, dominicano, panameño, brasileño, colombiano o venezolano— y encontrar un Eleguá detrás de la puerta, o un San Lázaro (Babalú-Ayé) enorme en la entrada de la casa, sobre todo en hogares de Hialeah y el suroeste del condado Miami-Dade. En esta ciudad llena de acentos variados, cuando truena muchos se acuerdan de Santa Bárbara (Shangó), y cuando la vida aprieta se le pone una vela verde a Oggún para que ayude con problemas médicos o del bolsillo.

Estos temas y otros más profundos son parte de la investigación de la profesora, coreógrafa y bailarina cubana Neri Torres, quien se ha entregado a la promoción de la cultura afrocubana fuera de la isla. Gracias a sus clases, las funciones de danza de su compañía IFE-ILE y el festival que realiza anualmente, transmite a muchos la pasión por una cultura rica y compleja, pero sobre todo abierta a quienes deseen acercarse. En efecto, la herencia africana no solo recae en las pieles negras. La combinación de españoles con africanos en este continente ha generado interesantes matices. Con razón se han hecho populares las frases “el que no tiene de congo tiene de carabalí”, o “¿y tu abuela dónde está?”, línea que parte del poema ¿Y tu agüela, aonde ejtá?, del puertorriqueño Fortunato Vizcarrondo.

En charla con DIARIO LAS AMÉRICAS, Neri Torres reveló que cuando llegó a Miami en 1991 “el espacio de baile afrocubano no existía”. La bailarina, con experiencia en numerosos escenarios en Cuba, incluido el emblemático Tropicana, y que cursó estudios en la Escuela Nacional de Instructores de Arte y luego en el Instituto Superior de Arte, señaló que aunque lo afrocubano no era muy bien visto por esos años, “había muchas más posibilidades de hacer cosas de baile que ahora, de hecho, había más movimiento en términos danzarios”. Por eso lamentó que “todo se ha vuelto mucho más comercial y menos cultural en muchas formas, aunque hay grupos que ahora están más sólidos”.

En respuesta a la pregunta sobre el tema de la comercialización de los aspectos religiosos, indicó que “esta religión era de personas pobres, esclavas, que se ayudaban mutuamente, y la espiritualidad estaba basada precisamente en la ayuda al prójimo”. Pero, “una vez que esta religión llegó a Miami se ha vuelto otra empresa. Y todas estas políticas neoliberales de que cada cual está para sí, y es muy individualista, han llevado a que se comercialice la religión”.

“Y ahora se está volviendo como en castas de gente que mientras más dinero tengan para llegar a hacer ese santo, esa iniciación, mejor es. Y no, nunca fue así, esto fue una religión de personas humildes. Todo se está comercializando, desde el aspecto del vestuario, desde la música, todo, y hay cosas que son problemáticas cuando se comercializan, sobre todo cuando tienen que ver con la fe y la espiritualidad. Pero creo que todas las religiones están así. El aspecto material en el mundo está demasiado al frente, y estamos perdiendo espiritualidad. Y la danza tiene mucho que ver con la espiritualidad”, puntualizó.

Los inicios en Miami
Siempre agradecida, Torres no olvida al difunto Pedro Pablo Peña, conocido por haber apoyado a numerosos bailarines que salían de Cuba al exilio. “Cuando llegué empecé a trabajar con la compañía de Pedro Pablo Peña, que se llamaba Creation Ballet (y luego se cambió a Miami Hispanic Ballet), que siempre acogía a la gente como yo que veníamos de Cuba e íbamos a parar ahí. A él le agradezco mucho, fue la primera mano que recibí en ese tiempo”, recordó.

Además, trabajó en Ballet Concerto, dirigido por Sonia Díaz, donde impartió clases de bailes populares, aunque “en ese tiempo las cosas netamente cubanas no estaban tanto en el panorama”. En 1993 Víctor Cuéllar, uno de los coreógrafos de Danza Nacional de Cuba (ahora Danza Contemporánea de Cuba), abrió una compañía en Miami, donde Torres logró incluso “bailar cosas que no puede bailar en Cuba”.

Torres suma una formación completa, pues comenzó en ballet, luego siguió a la danza contemporánea, hasta llegar al folklore. En torno a esa transición destacó que “una vez que me hice emigrante, es cuando uno realmente se da cuenta de quién es, ves las diferencias, qué te hace distinguirte de otras personas. Tu identidad se realza una vez que dejas el país”.

Y no tardó mucho en materializar su sueño. En 1996 fundó la compañía de danza afrocubana IFE-ILE. Vale apuntar que el nombre de la compañía parte de Ilé-Ife, que se considera como la ciudad más antigua del pueblo yoruba, en Nigeria.

“Dije: ‘¿cómo estamos en Miami y no hay nada?’ Eso me dio la idea de hacer un doctorado también porque he empezado a investigar los antecedentes de nuestra cultura y cómo se ha diseminado por el mundo”, afirmó Torres, que ha sido reconocida con una Proclamación de la Ciudad de Miami y un Certificado de Mérito Artístico del estado de Florida.

Partiendo de esa línea de investigación, se ha centrado en describir la inmigración cubana y “cómo las personas que vinieron primero (sobre todo en los años 60) no daban esa acogida a los bailes y la cultura afrocubana. Eso siempre se practicó sottovoce y la catalogaron como la cultura de [Fidel] Castro, lo que tiene un tinte un poco racista”.

“Hay otro aspecto también que es cómo la gente que viene va adaptándose a lo que hay, en términos históricos y sociales”. De hecho, citó una historia que leyó recientemente, sobre dos amigos que se separaron. “Uno dejó de tratar a su amigo negro”, lamentó la profesora, que ha trabajado en el escenario con Celia Cruz, Andy García, Gloria Estefan, Willy Chirino, Albita Rodríguez, entre otros.

De ahí que Torres valore la defensa de estas raíces culturales que conectan a tantos: “Creo que es importante porque es una cultura que está en peligro de extinción con toda la globalización y el desplazamiento humano tan grande que se está viendo en el mundo. Son culturas que aportan un sentido de pertenencia a las personas. La danza, crear comunidad, facilita que las personas se junten, que canten, que bailen, y que compartan y rompan sus espacios culturales la mayoría de las veces. Hay muchas personas que se sienten seducidas por ese encanto que tiene la cultura afrocubana, que atrae no solamente por el baile, sino por la alegría de vivir que emana”.

Como planteó, “los emigrantes tenemos eso en nuestros hombros de ser embajadores culturales y mantener esa cultura, porque no sabemos qué pasará con Cuba, ya vemos todos los problemas que están ocurriendo. La memoria colectiva es importante, la memoria de todos los que vinieron antes de mí, mis maestros, y todo lo que ha aportado esta tradición, que no es reconocida, digamos, como el ballet o la danza contemporánea”.

“Todo el mundo en Cuba, negro, blanco, chino, cuando oye una conga, se une. Eso es importante mantenerlo. Y ese es el atractivo de la cultura cubana, que ha contribuido a tantas otras culturas como a la cultura pop americana, toda la cultura que se consume en este momento tiene un gran porcentaje de cultura cubana; y no estoy siendo chovinista, es un hecho completamente comprobable”, zanjó la investigadora.

Entre sus trabajos académicos destaca la compilación de ensayos “Perspectivas sobre la Danza Fusión en el Caribe y la Sustentabilidad de la Danza” (Cambridge Scholars Publishing, 2019), que partió de una serie de conferencias que hizo en Barbados, mientras era profesora en la Universidad de las Indias Occidentales.

“Como tenía el antecedente de hacer festivales en Miami, decidí hacer unas conferencias en la universidad, mucho más inclinadas hacia el aspecto académico de la danza. Siempre tenía un espacio para discutir lo que estaba pasando con la danza. En el 2004 invitamos a Katherine Donan, que era conocida como la matriarca negra de la danza norteamericana. Ella fue la que creó la fusión de los bailes del ballet con los bailes negros para lograr un acercamiento entre todos y que las personas también respetaran la cultura negra en Estados Unidos”, resaltó.

Un festival que realza los valores afrocubanos
Con su compañía, Torres amplió aún más el alcance creando el Festival de Danza Afrocubana IFE-ILE, que este año se realiza del 3 al 6 de agosto en su 23.º edición. La temática es “Baile indómito: Rituales de resistencia para el siglo XXI”, y se hace en fusión con la International Biennial Caribbean Dance Conference, creada por Neri Torres en Barbados en 2014.

Frente a la pregunta de cómo coexisten en Miami las raíces que se heredan del continente africano (las tradiciones que traen dominicanos, colombianos, brasileños o haitianos, por ejemplo), opinó que “todo el mundo convive en su espacio y en sus barrios, y nos juntamos en ciertos eventos”. Por ejemplo, en esta edición del festival participarán la haitiana Weiselande ‘Yanui’ César y la bahameña A’Keitha Carey, quienes impartirán talleres. La invitada principal este año es Andrea E. Woods Valdés, profesora titular en Duke University.

Torres enseña técnicas de danza moderna, folklore, historia de la danza, coreografía y otras materias en la Universidad de Texas en El Paso (UTEP). Para el festival, sus alumnas de la universidad participarán con la pieza Obini, “dedicada a las mujeres cubanas y a todas las mujeres en el mundo que tratan de que la vida de sus hijos tenga sentido cuando el ambiente no lo permite”.

Torres adelantó la sinopsis de esta obra: “Nosotras compartimos caminos insólitos, luchas, pérdidas… Aún así, resistimos, amparadas por los elementos que nos empoderan y por la esperanza eterna del aliento vital que engendramos: somos madre tierra”.

Según añadió, la coreografía muestra “cómo las mujeres se ayudan entre sí, y que no solo somos débiles, tenemos la parte de que también podemos ser fuertes en muchas situaciones, y que, al final, la poesía de Oyá es ‘nosotros damos vida, y también a veces la perdemos’, es el primer y el último aliento. Además de citar a Oyá (la primera amazona que hubo en el mundo), se cita a Oshún y Yemayá, que son las madres en sí”.

Esta “mezcla de danza afrocubana con contemporánea” será interpretada por Kaelin Walker, Jensen Springer, Chandell Molinar, Kayla Kuhajda, Laura Hellmuth, Ailis de Luna, Alyssa Aranda y Marayah Angeliz.

Entre los invitados de la gala del 6 de agosto a las 8:00 pm en el Koubek Center mencionó al grupo Dance Heals Project, que viene desde Filadelfia para presentar una pieza; y también los bailarines Yodeny y Yoeny Martell.

“Los músicos y bailarines de IFE-ILE presentarán una estampa de rumba y una selección de bailes populares cubanos como cubatón, mozambique y timba. Los paneles académicos y la conga se realizarán en el HistoryMiami Museum, y los talleres y presentaciones de danza van a ser en el Koubek Center”, acotó.

Por último, Torres agradeció “a los patrocinadores del evento, El Miami Herald y el Departamento de Asuntos Culturales del condado Miami-Dade”.

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