Austin, la capital de Texas, es la ciudad estadounidense que más ha crecido en los últimos años (un 33 %), gracias a la presencia de grandes tecnológicas que desembarcaron buscando mejores condiciones económicas y a la promesa de un estilo de vida más calmado que en otras grandes metrópolis y un nivel de vida mucho más asequible.
Pero más allá de la deslumbrante silueta que ofrece el distrito financiero visto desde la orilla sur del río Colorado, y las apacibles calles residenciales de casas bajas, la llegada de 567.082 nuevos residentes a la ciudad entre 2010 y 2020 también ha despertado el recelo de muchos antiguos y nuevos residentes, que han sufrido el encarecimiento del nivel de vida aparejado a este boom, sin poder disfrutar de sus ventajas.
«Cuando me mudé aquí era con la idea de estar un par de meses, pero cuando llegué, me gustó mucho la tranquilidad, la paz, los amplios cielos y la gran cantidad de sol«, asegura Joey Hirsh, un neoyorquino que trabaja en el sector tecnológico y que llegó a Austin hace cuatro años huyendo del alboroto y los precios desorbitados de Nueva York.
EL ATRACTIVO TECNOLÓGICO DE LA CIUDAD
La presencia de sedes tecnológicas como Google, cuyo lema corona el perfil del centro económico de Austin; Tesla, que el jueves inauguró una flamante factoría de vehículos, o un nuevo campus universitario de Apple, son ejemplos de la presencia y crecimiento de este sector, que ha sido clave para atraer a la ciudad sobre todo a jóvenes «millenials» y, con ellos, a un boyante sector inmobiliario.
«Como un destino establecido y asequible para los trabajadores tecnológicos «millennials», Austin tiene los costos operativos anuales más bajos para las empresas tecnológicas y, de media, es la tercera ciudad con los alquileres de apartamentos más bajos de los 10 principales mercados de talentos tecnológicos de EE. UU.», aseguraba el pasado julio la compañía de análisis CBRE en un informe.
Por delante de Austin todavía hay regiones como San Francisco Bay Area, Seattle, Washington D.C. o Nueva York, que atraen a más trabajadores de empresas tecnológicas, pero californianos y neoyorquinos como Joey son quienes encabezan la lista de estadounidenses que más se mudan a la capital texana.
«¡DEJAD DE MUDAROS A AUSTIN!»
Sin embargo, este tsunami económico y poblacional sigue encontrando un gran número de detractores, tanto entre los habitantes locales, como entre quienes se mudaron a la ciudad antes o durante los años del boom tecnológico.
Collier Gray, compañero de Joey en una joven empresa de criptomonedas, ha regresado a su Austin natal tras años viviendo en la costa noreste de Estados Unidos y resume en tres los principales inconvenientes aparejados al despegue económico tejano: el encarecimiento de la vivienda, el mayor volumen de tráfico vehicular y un cambio en la cultura del ocio, con los restaurantes de toda la vida ahora llenos.
No muy lejos de su oficina, donde se juntan la calle Barton Springs y el bulevar Lamar, hay varios carteles pegados en postes y cajas de la luz donde se puede leer: «Dejad de mudaros a Austin», un reflejo de la animadversión de parte de la población hacia la afluencia masiva de forasteros.
HACER LAS MALETAS, UNA NUEVA TENDENCIA
Paralelamente a la continua llegada de nuevos habitantes, en los últimos años también se ha acelerado la salida de gente de la ciudad, empujada por los cambios de la nueva edad de oro de la ciudad.
Según la plataforma de mudanzas «Move», Texas fue la segunda región de EE. UU. que más migrantes internos recibió en 2021, después de Florida, pero también se convirtió en el segundo donde más personas hicieron las maletas, sólo por detrás de California.
«Aquí las cosas son un poco más fáciles», dice Joey antes de confesar que también ha notado en los últimos años los cambios experimentados en Austin, donde, a pesar de haber conseguido un trabajo en el sector tecnológico, confiesa que no puede permitirse comprar una casa porque «los precios se han vuelto locos».
Por eso, piensa que si las cosas siguen cambiando a este ritmo puede que en un par de años se vuelva a mudar a otra ciudad «que quizá no sea tan ´cool´, pero que sea agradable». EFE